Este verano, apaguemos las pantallas y encendamos la vida
Hace unos días tuvimos la suerte de compartir una charla en el colegio sobre un tema que nos preocupa cada vez más: el uso excesivo de las pantallas entre los más pequeños. Hablamos de redes sociales, videojuegos, móviles, tabletas… y de cómo el tiempo que pasamos frente a ellos, muchas veces sin darnos cuenta, puede robarnos momentos valiosos de la vida real. Ahora que se acercan las vacaciones de verano, es un buen momento para reflexionar y, por qué no, poner en práctica una desconexión digital consciente.
Sabemos que la tecnología está presente en nuestro día a día y que también tiene aspectos positivos. Pero cuando su uso se convierte en dependencia, cuando sustituye el juego por la pantalla, la conversación por el chat, el paseo por el sofá… entonces debemos parar y repensar.
Durante el verano, los niños tienen la oportunidad perfecta para volver a lo esencial: correr, saltar, aburrirse (sí, aburrirse también es importante), descubrir el mundo que les rodea, inventar juegos, hablar con los abuelos, hacer castillos de arena, subir a los árboles o montar en bici con los amigos. Esas experiencias que no se pueden descargar ni reproducir en streaming.
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Desconectarse no significa renunciar a todo, sino encontrar el equilibrio. Establecer tiempos y espacios sin pantallas. Fomentar el contacto con la naturaleza, con otras personas, con uno mismo. Recordar que no todo necesita una foto ni un "me gusta" para ser valioso. A veces, lo mejor que puede pasar… es que no pase nada, que simplemente vivamos el momento.
Como familias, tenemos un papel clave. No se trata solo de limitar el uso de dispositivos, sino de ofrecer alternativas, de acompañar, de dar ejemplo. Si nosotros también dejamos el móvil a un lado, si proponemos un paseo en lugar de una serie, si compartimos tiempo real, estaremos sembrando hábitos que durarán toda la vida.
Este verano, regalémosles a nuestros hijos lo que más necesitan: atención, aire libre, libertad, movimiento y cariño. Porque lo que más recordarán no será el nivel que alcanzaron en un videojuego, sino las risas, las aventuras y la conexión auténtica con quienes les rodean.
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